20 mayo 2008

Luis de Góngora - Llanto de amor de la amada

GÓNGORA. Romancillo. Tras la presentación del asunto, habla una niña, dirigiéndose a su madre (desde el primer estribillo). Se trata de una recién casada cuyo marido (al que considera afectuosamente sus ojos) se marcha a la guerra [estrofa 1.ª]. Reprocha a su madre haberla casado tan joven, haciéndola cautiva amorosa de un hombre que se va [estrofa 2.ª]; se dispone a utilizar sus ojos para llorar desde hoy, en vez de para entretenerse, como solía, en sus amores (oficio de mirar) [estrofa 3.ª], y pide a su madre que no intente calmar su llanto, al considerarlo mejor que, sintiéndose morir, guardar silencio [estrofa 4.ª]. Considera normal el llanto, pues sabe que desaprovechará su juventud (al no disfrutar del amor de su esposo [estrofa 5.ª], y desea que no vuelva más la noche, para que no vea su soledad [estrofa 6.ª].

La más bella niña
de nuestro lugar,
hoy viuda y sola
y ayer por casar,
viendo que sus ojos
a la guerra van,
a su madre dice,
que escucha su mal:
dejadme llorar
orillas del mar
.

Pues me disteis, madre,
en tan tierna edad
tan corto placer,
tan largo pesar,
Y me cautivasteis
de quien hoy se va
y lleva las llaves
de mi libertad,
dejadme llorar
orillas del mar
.

En llorar conviertan
mis ojos, de hoy más,
el sabroso oficio
del dulce mirar,
pues que no se pueden
mejor ocupar,
yéndose a la guerra
quien era mi paz,
dejadme llorar
orillas del mar
.

No me pongáis freno
ni queráis culpar,
que lo uno es justo,
lo otro por demás.
Si me queréis bien,
no me hagáis mal;
harto peor fuera
morir y callar,
dejadme llorar
orillas del mar
.

Dulce madre mía,
¿quién no llorará,
aunque tenga el pecho
como un pedernal,
y no dará voces
viendo marchitar
los más verdes años
de mi mocedad?
Dejadme llorar
orillas del mar
.

Váyanse las noches,
pues ido se han
los ojos que hacían
los míos velar;
váyanse, y no vean
tanta soledad,
después que en mi lecho
sobra la mitad.
Dejadme llorar
orillas del mar
.

Luis de Góngora (1561-1627)

SONETO CLXV

Ilustre y hermosísima María,
mientras se dejan ver a cualquier hora
en tus mejillas la rosada Aurora,
Febo en tus ojos, y en tu frente el día,

y mientras con gentil descortesía
mueve el viento la hebra voladora
que la Arabia en sus venas atesora
y el rico Tajo en sus arenas cría;

antes que de la edad Febo eclipsado
y el claro día vuelto en noche obscura,
huya la Aurora del mortal nublado;

antes que lo que hoy es rubio tesoro
venza a la blanca nieve su blancura,
goza, goza el color, la luz, el oro.
[1583]

Quevedo - Poemas Metafísicos

Signifícase la propia brevedad de la vida, sin pensar, y con padecer, salteada de la muerte

¡Fue sueño ayer; mañana será tierra!
¡Poco antes nada, y poco después, humo!
¿Y destino ambiciones, y presumo
apenas punto al cerco que me cierra?

Breve combate de importuna guerra,
en mi defensa, soy peligro sumo;
y mientras con mis armas me consumo,
menos me hospeda el cuerpo, que me entierra.

Ya no es ayer; mañana no ha llegado;
hoy pasa, y es, y fue, con movimiento
que a la muerte me lleva despeñado.

Azadas son la hora y el momento
que, a jornal de mi pena y mi cuidado,
cavan en mi vivir mi monumento.

Quevedo - Poemas Metafísicos

Represéntase la brevedad de lo que se vive y cuán nada parece lo que se vivió

«¡Ah de la vida!»... ¿Nadie me responde?
¡Aquí de los antaños que he vivido!
La Fortuna mis tiempos ha mordido;
las Horas mi locura las esconde.

¡Que sin poder saber cómo ni adónde,
la salud y la edad se hayan huido!
Falta la vida, asiste lo vivido,
y no hay calamidad que no me ronde.

Ayer se fue; mañana no ha llegado;
hoy se está yendo sin parar un punto:
soy un fue, y un será, y un es cansado.

En el hoy y mañana y ayer, junto
pañales y mortaja, y he quedado
presentes sucesiones de difunto.

Invoca su pasado (antaños: años anteriores) y se lamenta de no tener nada para el recuerdo, por haberse dedicado a mejorar su posición (a la Fortuna), o haber desperdiciado el tiempo en diversiones (locura) [estrofa 1.ª], mientras perdía juventud y salud y solo conseguía desdichas, lo que ha provocado que no tenga una verdadera vida que recordar, sino simplemente unos hechos vividos (a los que solo puede llamar lo vivido) [estrofa 2.ª]. Afirma la fugacidad del tiempo, que hace también fugaz a su propio ser y que solo provoca cansancio [estrofa 3.ª]. Concluye que su vida, breve como un solo instante en el que se unen sus ropas de niño (pañales) y sus ropas de muerto (mortaja), ha sido en realidad una sucesión de pérdidas o muertes [estrofa 4.ª].

19 mayo 2008

La poesía en El Barroco

Consulta los siguientes enlaces
CONTEXTO LITERARIO Y ARTÍSTICO

AUTORES FRANCISCO DE QUEVEDO (1580-1645)AUTOR
Vida y obra (El poder de la palabra)
ANTOLOGÍA
Poemas (Cervantes virtual)Archivos sonoros
  1. A una nariz (Cervantes Virtual)
  2. A uno que se mudaba cada día por guardar a su mujer
  3. Un casado se ríe del adúltero que le paga el gozar con susto lo que a él le sobra.
  4. Mujer puntiaguda con enaguas
  5. Poderoso caballero (antología multimedia)
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LOPE DE VEGA (1562-1635)AUTOR
Vida y obra (El poder de la palabra)
ANTOLOGÍA
Poemas (Cervantes Virtual)
Archivos sonoros
  1. Desmayarse, atreverse, estar furioso (Cervantes Virtual)
  2. No sabe qué es amor quien no te ama
  3. Un soneto me manda hacer Violante
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LUIS DE GÓNGORA Y ARGOTE (1561-1627)
AUTOR
Vida y obra (El poder de la palabra)
ANTOLOGÍA
Poemas (Cervantes Virtual)
Archivos sonoros
  1. Que se nos va la pascua (antología multimedia)
  2. Ande yo caliente (antología multimedia)

13 mayo 2008

Miguel de Cervantes - Autorretrato

Éste que veis aquí, de rostro aguileño, de cabello castaño, frente lisa y desembarazada, de alegres ojos y de nariz corva, aunque bien proporcionada; las barbas de plata, que no ha veinte años que fueron de oro, los bigotes grandes, la boca pequeña, los dientes ni menudos ni crecidos, porque no tiene sino seis, y ésos mal acondicionados y peor puestos, porque no tienen correspondencia los unos con los otros; el cuerpo entre dos estremos, ni grande, ni pequeño, la color viva, antes blanca que morena; algo cargado de espaldas, y no muy ligero de pies; éste digo que es el rostro del autor de La Galatea y de Don Quijote de la Mancha, y del que hizo el Viaje del Parnaso, a imitación del de César Caporal Perusino, y otras obras que andan por ahí descarriadas y, quizá, sin el nombre de su dueño. Llámase comúnmente Miguel de Cervantes Saavedra. Fue soldado muchos años, y cinco y medio cautivo, donde aprendió a tener paciencia en las adversidades. Perdió en la batalla naval de Lepanto la mano izquierda de un arcabuzazo, herida que, aunque parece fea, él la tiene por hermosa, por haberla cobrado en la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros, militando debajo de las vencedoras banderas del hijo del rayo de la guerra, Carlo Quinto, de felice memoria.
Miguel de Cervantes, Novelas ejemplares, Prólogo al lector

Miguel de Cervantes Saavedra - Los galeotes

El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha

CAPÍTULO - XXII

De la libertad que dio don Quijote a muchos desdichados que mal de su grado los llevaban donde no quisieran ir

Lee el capítulo XXII

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Historia de Grisóstomo y Marcela

CAPÍTULO XII

De lo que contó un cabrero a los que estaban con don Quijote