GÓNGORA. Romancillo. Tras la presentación del asunto, habla una niña, dirigiéndose a su madre (desde el primer estribillo). Se trata de una recién casada cuyo marido (al que considera afectuosamente sus ojos) se marcha a la guerra [estrofa 1.ª]. Reprocha a su madre haberla casado tan joven, haciéndola cautiva amorosa de un hombre que se va [estrofa 2.ª]; se dispone a utilizar sus ojos para llorar desde hoy, en vez de para entretenerse, como solía, en sus amores (oficio de mirar) [estrofa 3.ª], y pide a su madre que no intente calmar su llanto, al considerarlo mejor que, sintiéndose morir, guardar silencio [estrofa 4.ª]. Considera normal el llanto, pues sabe que desaprovechará su juventud (al no disfrutar del amor de su esposo [estrofa 5.ª], y desea que no vuelva más la noche, para que no vea su soledad [estrofa 6.ª].
La más bella niña
de nuestro lugar,
hoy viuda y sola
y ayer por casar,
viendo que sus ojos
a la guerra van,
a su madre dice,
que escucha su mal:
dejadme llorar
orillas del mar.
de nuestro lugar,
hoy viuda y sola
y ayer por casar,
viendo que sus ojos
a la guerra van,
a su madre dice,
que escucha su mal:
dejadme llorar
orillas del mar.
Pues me disteis, madre,
en tan tierna edad
tan corto placer,
tan largo pesar,
Y me cautivasteis
de quien hoy se va
y lleva las llaves
de mi libertad,
dejadme llorar
orillas del mar.
en tan tierna edad
tan corto placer,
tan largo pesar,
Y me cautivasteis
de quien hoy se va
y lleva las llaves
de mi libertad,
dejadme llorar
orillas del mar.
En llorar conviertan
mis ojos, de hoy más,
el sabroso oficio
del dulce mirar,
pues que no se pueden
mejor ocupar,
yéndose a la guerra
quien era mi paz,
dejadme llorar
orillas del mar.
mis ojos, de hoy más,
el sabroso oficio
del dulce mirar,
pues que no se pueden
mejor ocupar,
yéndose a la guerra
quien era mi paz,
dejadme llorar
orillas del mar.
No me pongáis freno
ni queráis culpar,
que lo uno es justo,
lo otro por demás.
Si me queréis bien,
no me hagáis mal;
harto peor fuera
morir y callar,
dejadme llorar
orillas del mar.
ni queráis culpar,
que lo uno es justo,
lo otro por demás.
Si me queréis bien,
no me hagáis mal;
harto peor fuera
morir y callar,
dejadme llorar
orillas del mar.
Dulce madre mía,
¿quién no llorará,
aunque tenga el pecho
como un pedernal,
y no dará voces
viendo marchitar
los más verdes años
de mi mocedad?
Dejadme llorar
orillas del mar.
¿quién no llorará,
aunque tenga el pecho
como un pedernal,
y no dará voces
viendo marchitar
los más verdes años
de mi mocedad?
Dejadme llorar
orillas del mar.
Váyanse las noches,
pues ido se han
los ojos que hacían
los míos velar;
váyanse, y no vean
tanta soledad,
después que en mi lecho
sobra la mitad.
Dejadme llorar
orillas del mar.
pues ido se han
los ojos que hacían
los míos velar;
váyanse, y no vean
tanta soledad,
después que en mi lecho
sobra la mitad.
Dejadme llorar
orillas del mar.
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