30 mayo 2013

Federico García Lorca - Muerte de un poeta

Lorca, muerte de un poeta - 01  - Impresiones y paisajes (1903-1918)
Lorca, muerte de un poeta - 02  - La residencia (1918-1923)
Lorca, muerte de un poeta - 03  - El Amor Oscuro(1925-1928)
Lorca, muerte de un poeta - 04  - El llanto (1929-1935)
Lorca, muerte de un poeta - 05  - Una guerra civil (1935-1936)
Lorca, muerte de un poeta - 06  - La muerte (1936)

Manuel Altolaguirre - Era mi dolor tan alto

Era mi dolor tan alto,
que la puerta de la casa
de donde salí llorando
me llegaba a la cintura.

¡Qué pequeños resultaban
los hombres que iban conmigo!
Crecí como una alta llama
de tela blanca y cabellos.

Si derribaran mi frente
los toros bravos saldrían,
luto en desorden, dementes,
contra los cuerpos humanos.

Era mi dolor tan alto,
que miraba al otro mundo
por encima del ocaso.

Luis Cernuda - Donde habite el olvido

Donde habite el olvido...

                                      Donde habite el olvido,
                                      En los vastos jardines sin aurora;
                                      Donde yo sólo sea
                                      Memoria de una piedra sepultada entre ortigas
                                      Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.

                                      Donde mi nombre deje
                                      Al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
                                      Donde el deseo no exista.

                                      En esa gran región donde el amor, ángel terrible,
                                      No esconda como acero
                                      En mi pecho su ala,
                                      Sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.

                                      Allí donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya,
                                      Sometiendo a otra vida su vida,
                                      Sin más horizonte que otros ojos frente a frente.

                                      Donde penas y dichas no sean más que nombres,
                                      Cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
                                      Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
                                      Disuelto en niebla, ausencia,
                                      Ausencia leve como carne de niño.

                                      Allá, allá lejos;
                                      Donde habite el olvido.

Emilio Prados - Alba rápida

ALBA RÁPIDA

¡Pronto, deprisa, mi reino,
que se me escapa, que huye,
que se me va por las fuentes!

¡Qué luces, qué cuchilladas
sobre sus torres enciende!
Los brazos de mi corona,
¡qué ramas al cielo tienden!
¡Qué silencios tumba el alma!
¡Qué puertas cruza la Muerte!
¡Pronto, que el reino se escapa!
¡Qué se derrumban mis sienes!
¡Qué remolino en mis ojos!
¡Qué galopar en mi frente!
¡Qué caballos de blancura
mi sangre en el cielo vierte!
Ya van por el viento, suben,
saltan por la luz, se pierden
sobre las aguas...
                Ya vuelven
redondos, limpios, desnudos...
¡Qué primavera de nieve!

Sujetadme el cuerpo, ¡pronto!,
¡que se me va!, ¡que se pierde
su reino entre mis caballos!,
¡que lo arrastran! , ¡que lo hieren!
¡que lo hacen pedazos, vivo,
bajo sus cascos celestes !
¡Pronto, que el reino se acaba!
¡Ya se le tronchan las fuentes!
¡Ay, limpias yeguas del aire!
¡Ay, banderas de mi frente!
¡Qué galopar en mis ojos!
Ligero, el mundo amanece...

27 mayo 2013

Rafael Alberti - Lo que dejé por ti

LO QUE DEJÉ POR TI

Dejé por ti mis bosques, mi perdida
arboleda, mis perros desvelados,
mis capitales años desterrados
hasta casi el invierno de la vida.

Dejé un temblor, dejé una sacudida,
un resplandor de fuegos no apagados,
dejé mi sombra en los desesperados
ojos sangrantes de la despedida.

Dejé palomas tristes junto a un río,
caballos sobre el sol de las arenas,
dejé de oler la mar, dejé de verte.

Dejé por ti todo lo que era mío.
Dame tú, Roma, a cambio de mis penas,
tanto como dejé para tenerte.


Rafael Alberti - Amaranta

AMARANTA
... calzó de viento ...
GÓNGORA
Rubios, pulidos senos de Amaranta,
por una lengua de lebrel limados.
Pórticos de limones, desviados
por el canal que asciende a tu garganta.

Rojo, un puente de rizos se adelanta
e incendia tus marfiles ondulados.
Muerde, heridor, tus dientes desangrados,
y corvo, en vilo, al viento te levanta.

La soledad, dormida en la espesura,
calza su pie de céfiro y desciende
del olmo alto al mar de la llanura.

Su cuerpo en sombra, oscuro, se le enciende,
y gladiadora, como un ascua impura,
entre Amaranta y su amador se tiende.

Dámaso Alonso - A un río le llamaban Carlos

A UN RÍO LE LLAMAN CARLOS
(Charles River, Cambridge, Massachusetts)

Yo me senté en la orilla;
quería preguntarte, preguntarme tu secreto;
convencerme de que los ríos resbalan hacia un anhelo y viven;
y que cada uno nace y muere distinto (lo mismo que a ti te llaman Carlos).

Quería preguntarte, mi alma quería preguntarte
por qué anhelas, hacia qué resbalas, para qué vives.
Dímelo, río,
y dime, di, por qué te llaman Carlos.

Ah, loco, yo, loco, quería saber qué eras, quién eras
(género, especie)
y qué eran, qué significaban «fluir», «fluido», «fluente»;
qué instante era tu instante
cuál de tus mil reflejos, tu ;reflejo absoluto
yo quería indagar el último recinto de tu vida
tu unicidad, esa alma de agua única,
por la que te conocen por Carlos.

Carlos es una tristeza, muy mansa y gris, que fluye
entre edificios nobles, a Minerva sagrados
y entre hangares que anuncios y consignas coronan.
Y el río fluye y fluye, indiferente.
A veces, suburbana, verde, una sonrisilla
de hierba se distiende, pegada a la ribera.
Yo me he sentado allí,
sobre la hierba quemada del invierno para pensar por qué los ríos
siempre anhelan futuro, como tú lento y gris.
Y para preguntarte por qué te llaman Carlos.

Y tu fluías, fluías, sin cesar, indiferente
y no escuchabas a tu amante extático
que te miraba preguntándote
como miramos a nuestra primera enamorada
para saber si le fluye un alma por los ojos,
y si en su sima el mundo será todo luz blanca
o si acaso su sonreír es sólo eso: una boca amarga que besa.
Así te preguntaba: como le preguntamos a Dios en la sombra de los quince años,
entre fiebres oscuras y los días—qué verano— tan lentos.
Yo quería que me revelaras el secreto de la vida
y de tu vida, y por qué te llamaban Carlos.

Yo no sé por qué¿ me he puesto tan triste, contemplando
el fluir de este río.
Un río es agua, lágrimas: mas no sé quién las llora.
El río Carlos es una tristeza gris, mas no sé quién la llora.
Pero sé que la tristeza es gris y fluye.
Porque sólo fluye en el mundo la tristeza.
Todo lo que fluye es lágrimas.
Todo lo que fluye es tristeza, y no sabemos de dónde viene la tristeza.
Como yo no sé quién te llora, río Carlos,
como yo no sé por qué eres una tristeza
ni por qué te llaman Carlos.

Era bien de mañana
cuando yo me he sentado a contemplar el misterio fluyente de este río,
y he pasado muchas horas preguntándome, preguntándote.
Preguntando a este río, gris lo mismo que un dios;
preguntándome, como se le pregunta a un dios triste:
¿qué buscan los ríos?, ¿qué es un río?
Dime, dime qué eres, qué buscas,
río, y por qué te llaman Carlos.

Y ahora me fluye dentro una tristeza,
un río de tristeza gris,
con lentos puentes grises, como estructuras funerales grises.
Tengo frío en el alma y en los pies.
Y el sol se pone.
Ha debido pasar mucho tiempo.
Ha debido pasar el tiempo lento, lento, minutos, siglos, eras.
Ha debido pasar toda la pena del mundo, como un tiempo lentísimo.
Han debido pasar todas las lágrimas del mundo, como un río indiferente.
Ha debido pasar mucho tiempo, amigos míos, mucho tiempo
desde que yo me senté aquí en la orilla, a orillas
de esta tristeza, de este
río al que le llamaban Dámaso, digo, Carlos.

Vicente Aleixandre - Unidad en ella

             UNIDAD EN ELLA

Cuerpo feliz que fluye entre mis manos,
rostro amado donde contemplo el mundo,
donde graciosos pájaros se copian fugitivos,
volando a la región donde nada se olvida.

Tu forma externa, diamante o rubí duro,
brillo de un sol que entre mis manos deslumbra,
cráter que me convoca con su música íntima, con esa
indescifrable llamada de tus dientes.

Muero porque me arrojo, porque quiero morir,
porque quiero vivir en el fuego, porque este aire de fuera
no es mío, sino el caliente aliento
que si me acerco quema y dora mis labios desde un fondo.

Deja, deja que mire, teñido del amor,
enrojecido el rostro por tu purpúrea vida,
deja que mire el hondo clamor de tus entrañas
donde muero y renuncio a vivir para siempre.

Quiero amor o la muerte, quiero morir del todo,
quiero ser tú, tu sangre, esa lava rugiente
que regando encerrada bellos miembros extremos
siente así los hermosos límites de la vida.

Este beso en tus labios como una lenta espina,
como un mar que voló hecho un espejo,
como el brillo de un ala,
es todavía unas manos, un repasar de tu crujiente pelo,
un crepitar de la luz vengadora,
luz o espada mortal que sobre mi cuello amenaza,
pero que nunca podrá destruir la unidad de este mundo.

Gerardo Diego - El ciprés de Silos

EL CIPRÉS DE SILOS

Enhiesto surtidor de sombra y sueño
que acongojas el cielo con tu lanza
Chorro que a las estrellas casi alcanza
devanado a sí mismo en loco empeño.

Mástil de soledad, prodigio isleño;
flecha de fe, saeta de esperanza.
Hoy llegó a ti, riberas del Arlanza,
peregrina al azar, mi alma sin dueño.

Cuando te vi, señero, dulce, firme,
qué ansiedades sentí de diluirme
y ascender como tú, vuelto en cristales,

como tú, negra torre de arduos filos,
ejemplo de delirios verticales,
mudo ciprés en el fervor de Silos.

Página de la Fundación Gerardo Diego

Jorge Guillén - Muerte a lo lejos

MUERTE A LO LEJOS

Alguna vez me angustia una certeza,
y ante mí se estremece mi futuro.
Acechándolo está de pronto un muro
del arrabal final en que tropieza.

La luz del campo. ¿Mas habrá tristeza
si la desnuda el sol?. No, no hay apuro
todavía. Lo urgente es el maduro
fruto. La mano ya lo descorteza. …

Y un día entre los días el más triste
será. Tenderse deberá la mano
sin afán. Y acatando el inminente

poder diré sin lágrimas: embiste,
justa fatalidad. El muro cano
va a imponerme su ley, no su accidente. 

Pedro Salinas

Nació en Madrid, en 1891. Fue lector de español en la Sorbona (1914-1917) y en Cambridge (1922-1923)  y catedrático de Lengua y Literatura en las Universidades de Sevilla, Murcia y Madrid. Director de los cursos para extranjeros del Centro de Estudios Históricos, exilado al final de la guerra, explicó Filología y Literatura españolas en Estados Unidos, muriendo en Boston en 1951.
Su mundo poético gravita entre dos polos: la emoción y la inteligencia. Se van acumulando en sus versos las sensaciones vagas, la desnudez, la simplicidad. Dentro de la poesía de la época, Salinas representa el tema amoroso. En su obra, cada vez más depurada de elementos accesorios (anécdota, metáforas brillantes, etc.), extrae de las cosas que le rodean sus esencias más poderosas. Vemos así una temática afectiva (amor: ternura, confidencia) puesta al servicio de las más variadas aventuras cerebrales.
Partiendo de la poesía de Juan Ramón Jiménez, el lenguaje de Salinas va adquiriendo en cada libro una mayor limpidez. Desde la estilización de la amada que aparece en su etapa primera, hasta su obra más reciente en que se abre paso una visión desolada del mundo, su poesía se mueve siempre, sin embargo, dentro de un tono leve, cordial, de extraordinaria delicadeza.
Escribió también obras teatrales y narraciones en prosa, siendo igualmente autor de importantes estudios de crítica literaria.
En su obra se distingen tres etapas:
  •  Primera etapa, de influencia vanguardista y gongorina, integrada por Seguro azar (1929) y Fábula y signo (1931).
  •  Segunda etapa, la de su gran producción amorosa: La voz a ti debida (1933), Razón de amor (1936) y Largo lamento (1939).
  • Tercera etapa, en el exilio, con reflexiones sobre la existencia humana: El contemplado (1946), Todo más claro (1949) y su obra póstuma Confianza (1955).
OBRA EN VERSO:
- Presagios (Madrid, 1923)
- Seguro azar (Madrid, 1929)
- Fábula y signo (Madrid, 1931)
- Amor en vilo (Madrid, 1933)
- La voz  ti debida (Madrid, 1933)
- Razón de amor (Madrid, 1936)
- Error de cálculo (Méjico, 1938)
- El contemplado (Méjico, 1946)
- Todo más claro y otros poemas (Buenos Aires, 1949)
- Confianza (Madrid, 1954)
- Poesías completas (Madrid, 1955)

Pedro Salinas - Poema dadaísta


La niña llama a su padre:
 "Tatá, dadá".
La niña llama a su madre:
 "Tatá, dadá".
Al ver las sopas
la niña dijo:
"Tatá, dadá".
Igual al ir en el tren,
cuando vio la verde montaña
y el fino mar.
"Todo lo confunde" dijo
su madre. Y era verdad.
Porque cuando yo la oía
decir: "Tatá, dadá",
veía la bola del mundo
rodar, rodar,
el mundo todo una bola
y en ella papá, mamá,
el mar, las montañas, todo
hecho una bola confusa;
el mundo "Tatá, dadá".
                             Pedro Salinas. Presagios (1924)

Pedro Salinas - Para vivir no quiero...

Para vivir no quiero
islas, palacios, torres.
¡Qué alegría más alta:
vivir en los pronombres!

Quítate ya los trajes,
las señas, los retratos;
yo no te quiero así,
disfrazada de otra,
hija siempre de algo.
Te quiero pura, libre,
irreductible: tú.
Sé que cuando te llame
entre todas las gentes
del mundo,
sólo tú serás tú.

Y cuando me preguntes
quién es el que te llama,
el que te quiere suya,
enterraré los nombres,
los rótulos, la historia.
Iré rompiendo todo
lo que encima me echaron
desde antes de nacer.

Y vuelto ya al anónimo
eterno del desnudo,
de la piedra, del mundo,
te diré:
«Yo te quiero, soy yo».
 ............................................. La voz a ti debida (1933)

Pedro Salinas - Ayer te besé...

Ayer te besé en los labios.
Te besé en los labios. Densos,
rojos. Fue un beso tan corto
que duró más que un relámpago,
que un milagro, más.
.............................. El tiempo
después de dártelo
no lo quise para nada
ya, para nada
lo había querido antes.
Se empezó, se acabó en él.

Hoy estoy besando un beso;
estoy solo con mis labios.
Los pongo
no en tu boca, no, ya no
 —¿adónde se me ha escapado?—.
Los pongo
en el beso que te di
ayer, en las bocas juntas
del beso que se besaron.
Y dura este beso más
que el silencio, que la luz.
Porque ya no es una carne
ni una boca lo que beso,
que se escapa, que me huye.
No.
Te estoy besando más lejos.
                                      La voz a ti debida (1933)

Pedro Salinas - ¡Qué alegría, vivir...!

¡ Qué alegría, vivir
sintiéndose vivido!
 Rendirse
a la gran certidumbre, oscuramente,
de que otro ser, fuera de mí, muy lejos,
me está viviendo.
Que cuando los espejos, los espías
-azogues, almas cortas-, aseguran
que estoy aquí, yo, inmóvil,
con los ojos cerrados y los labios,
negándome al amor
de la luz, de la flor y de los nombres,
la verdad trasvisible es que camino
sin mis pasos, con otros,
allá lejos, y allí
estoy besando flores, luces, hablo.
Que hay otro ser por el que miro el mundo
porque me está queriendo con sus ojos.
Que hay otra voz con la que digo cosas
no sospechadas por mi gran silencio;
y es que también me quiere con su voz.
La vida —¡qué transporte ya!—, ignorancia
de lo que son mis actos, que ella hace,
en que ella vive, doble, suya y mía.
Y cuando ella me hable
de un cielo oscuro, de un paisaje blanco,
recordaré
estrellas que no vi, que ella miraba,
y nieve que nevaba allá en su cielo.
Con la extraña delicia de acordarse
de haber tocado lo que no toqué
sino con esas manos que no alcanzo
a coger con las mías, tan distantes.
Y todo enajenado podrá el cuerpo
descansar quieto, muerto ya. Morirse
en la alta confianza
de que este vivir mío no era sólo
mi vivir: era el nuestro. Y que me vive
otro ser por detrás de la no muerte.
                                         La voz a ti debida (1933)

25 mayo 2013

Esquema - Grupo poético del 27


LITERATURA DEL SIGLO XX
Grupo poético del 27
Tendencia poéticas

NeopopularismoInfluencia clásica
y poesía pura
Poesía de vanguardia
Rafael Alberti
Marinero en tierra
Pedro Salinas
La voz a ti debida
Gerardo Diego
Alondra de verdad
Federico García Lorca
Romancero gitano
Jorge Guillén
Cántico
Vicente Aleixandre
La destrucción o el amor


Luis Cernuda
Los placeres prohibidos

El grupo poético del 27

Hacia 1920 irrumpió en el panorama cultural español una promoción literaria de calidad excepcional que se conoce como generación del 27. Se trataba de un grupo de jóvenes autores que, aunque escribieron teatro, ensayo y novela, destacaron, sobre todo, por su poesía.
Los poetas más relevantes de la generación del 27 fueron Pedro Salinas, Jorge Guillén, Gerardo Diego, Federico García Lorca, Vicente Aleixandre, Rafael Alberti, Luis Cernuda, Emilio Prados, Manuel Altolagruirre y Dámaso Alonso.
La producción del 27 coincidió en el tiempo con la de los escritores de fin de siglo, las vanguardias y Juan Ramón Jiménez, y con la obra de pintores como Picasso o Dalí, músicos como Falla y cineastas como Buñuel. El esplendor artístico y cultural de este período ha llevado a acuñar la denominación de edad de plata para esta etapa de la cultura española.
Rasgos generales
Relaciones personales. La consideración de estos escritores como una generación poética se debe a su nacimiento en fechas cercanas, a sus fuertes lazos de amistad y a la influencia y al intercambio cultural que se produjo entre ellos. Estas circunstancias llevaron a utilizar la expresión "generación del 27".
Homenaje a Góngora. El nombre hace referencia a un acto del Ateneo de Sevilla en 1927 para conmemorar el tercer centenario de la muerte de Góngora, al que acudió la mayoría de los miembros del grupo.
Formación e intereses culturales comunes. Los autores del grupo del 27 intervinieron activamente en la vida cultural y participaron en la publicación de revistas literarias como Verso y prosa, Litoral, Gallo, Carmen... Todos conocían la tradición literaria española, tanto en su vertiente culta como popular, pero también se abrieron a la renovación radical de las vanguardias. Así, en sus obras, temas como el amor o la naturaleza conviven con la alabanza de objetos modernos, y las formas clásicas (sonetos, octavas reales, décimas...) y populares (cuartetas, romances...) alternan con poemas visuales y con el verso libre.
Evolución. La generación del 27 pasó por tres momentos:
* De 1918 a 1925 fue su etapa de formación, con fuerte influencia de Juan Ramón Jiménez y del ultraísmo. Juan Ramón Jiménez los orienta hacia la “poesía pura ”. La lírica popular ejerció influencia sobre ellos, lo mismo que los clásicos como Góngora.
* Entre 1926 y 1929 estos autores encontraron su voz más personal.
* A partir de 1930 comenzaron las preocupaciones sociales y políticas y en su obra irrumpió  la influencia del surrealismo.
Tras la Guerra Civil (1936-1939), el grupo del 27 se deshizo: Lorca fue asesinado; Pedro Salinas, Jorge Guillén, Luis Cernuda y Rafael Alberti se exiliaron y Dámaso Alonso, Vicente Aleixandre y Gerardo Diego permanecieron en España.

Guitarra
....................................................... Habrá un silencio verde
....................................................... todo hecho de guitarras destrenzadas.
....................................................... La guitarra es un pozo
....................................................... con viento en vez de agua.
....................................................... ...........................................Gerardo Diego

Grupo poético del 27 - El neopopularismo

La influencia de la lírica tradicional española y del canto popular determinó que entre los poetas de la generación del 27 se desarrollara una corriente conocida como neopopularismo.
El neopopularismo se caracteriza por el empleo de composiciones breves, de verso corto, algunas con estribillo, y de gran intensidad lírica gracias a las repeticiones, los paralelismos y la eliminación de elementos superficiales.
Las obras más representativas de esta tendencia son Marinero en tierra, La amante y El alba del alhelí, de Rafael Alberti, y Poema del cante jondo y Romancero gitano de Federico García Lorca.

Marinero en tierra. Los poemas de este libro, publicado en 1925 y por el que Rafael Alberti recibió el Premio Nacional de Literatura, exponen la dolorida nostalgia de la voz poética por haber tenido que abandonar su lugar de origen para vivir tierra adentro. El paraíso perdido de la infancia está representado por el mar de Cádiz, que simboliza también la libertad.
                       El mar. La mar
................. El mar. La mar.
................. El mar. ¡Solo la mar!
................. ¿Por qué me trajiste, padre,
................. a la ciudad?
................. ¿Por qué me desenterraste
................. del mar?
................. En sueños, la marejada
................. me tira del corazón.
................. Se lo quisiera llevar.
................. Padre, ¡por qué me trajiste
................. acá?
.................................. Rafael Alberti

Romancero gitano. García Lorca dio a conocer los dieciocho romances que componen este libro en lecturas públicas, antes de que se editara en 1928. Los protagonistas de los poemas son miembros del pueblo gitano, marginado socialmente. Para el autor representa la verdad más íntima del pueblo andaluz. Se trata de seres dominados por la insatisfacción, el amor y la muerte.
.................      Romance sonámbulo
................. Verde que te quiero verde.
................. Verde viento. Verdes ramas.
................. El barco sobre la mar
................. y el caballo en lamontaña.
................. Con la sombra en la cintura
................. ella sueña en su baranda,
................. verde carne, pelo verde,
................. con ojos de fría plata.
................. Verde que te quiero verde.
................. Bajo la luna gitana,
................. las cosas la están mirando
................. y ellas no puede mirarlas.
................. ................. Federico García Lorca

Grupo poético del 27 - Influencia clásica y poesía pura

Los poetas del 27 recibieron la influencia de los clásicos españoles, especialmente de Góngora, y de autores más recientes como Bécquer y J.R. Jiménez.
* El influjo clásico se advierte, sobre todo, en el uso de formas como el endecasílabo, la décima, la octava real y el soneto, empleadas en obras como Cal y canto de Alberti; Alondra de verdad, de Gerardo Diego; Égloga, elegía y oda, de Luis Cernuda, y Sonetos del amor oscuro, de García Lorca.
* La presencia de Bécquer se deja sentir en la poesía amorosa de La voz a ti debida y Razón de amor, de Salinas, y en Los placeres prohibidos y Donde habite el olvido, de Cernuda. Por su parte, la poesía pura de Juan Ramón influye en Cántico, de Guillén, y en Poemas puros, poemillas de la ciudad, de D. Alonso.

La voz a ti debida. Esta obra forma parte de una trilogía amorosa que incluye Razón de amor y Largo lamento. En ella, la amada -que está presente bajo la forma del - da sentido a la existencia del amante -el yo-.
.............................. Versos 1385 a 1406
.............................. La forma de querer tú
.............................. es dejarme que te quiera.
.............................. El sí con que te me rindes
.............................. es el silencio. Tus besos
.............................. son ofrecerme los labios
.............................. para que los bese yo.
.............................. Jamás palabras, abrazos,
.............................. me dirán que tú existías,
.............................. que me quisiste: Jamás.
.............................. Me lo dicen hojas blancas,
.............................. mapas, augurios, teléfonos;
.............................. tú, no.
.............................. Y estoy abrazado a ti
.............................. sin preguntarte, de miedo
.............................. a que no sea verdad
.............................. que tú vives y me quieres.
.............................. Y estoy abrazado a ti
.............................. sin mirar y sin tocarte.
.............................. No vaya a ser que descubra
.............................. con preguntas, con caricias,
.............................. esa soledad inmensa
.............................. de quererte sólo yo.
.............................. .............................. Pedro Salinas

Cántico. En este poemario, cuya primera edición es de 1928, Guillén reunió composiciones en las que se exaltan el gozo de la existencia, los objetos cotidianos y la perfección de la naturaleza.
.............................. Paraíso regado
.............................. Sacude el agua a la hoja
.............................. con un chorro de rumor,
.............................. alumbra el verde y lo moja
.............................. dentro de un fulgor. ¡Qué olor
.............................. a brusca tierra inmediata!.
.............................. Así me arroja y me ata
.............................. lo tan soleadamente
.............................. despejado, a este retiro
.............................. fresquísimo que respiro
.............................. con mi Adán más inocente.
.............................. .............................. Jorge Guillén

Grupo poético del 27 - Poesía de vanguardia

Los movimientos de vanguardia que influyeron en la generación del 27 fueron, fundamentalmente, el creacionismo, el ultraísmo y el surrealismo.
La influencia del ultraísmo y del surrealismo es evidente en Imagen y Manual de espumas de Gerardo Diego. En lo que se refiere al surrealismo, su mayor influjo radicó en el empleo de imágenes ilógicas. Obras con predominio surrealista son Poeta en Nueva York, de Lorca; Los placeres prohibidos, de Cernuda, y La destrucción o el amor, de Aleixandre.
Los placeres prohibidos. En esta obra, publicada en 1931 y escrita en verso libre, Cernuda explora los límites del amor, identificado con el deseo y el placer. Aunque aparece como aspiración suprema, el amor es un imposible: solo la soledad permanece.

................. Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien
................. cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío;
................. alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina
................. por quien el día y la noche son para mí lo que quieran,
................. y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu,
................. como leños perdidos que el mar anega o levanta,
................. libremente, con la libertad del amor,
................. la única libertad que me exalta,
................. la única libertad por que muero.
................. ................. ................. ................. Luis Cernuda

La destrucción o el amor. En esta obra de 1935 el hecho de amar se iguala con la muerte, con la destrucción de cuanto tenemos de humano. No hay rechazo del amor, sino exaltación, pues para Aleixandre lo mineral y lo animal salvaje constituyen las manifestaciones más puras de la existencia: los amantes convertidos en piedras, rocas, astros... dan prueba de la plenitud amorosa.
................. ................. Unidad en ella
................. Cuerpo feliz que fluye entre mis manos,
................. rostro amado donde contemplo el mundo,
................. donde graciosos pájaros se copian fugitivos,
................. volando a la región donde nada se olvida.

................. Tu forma externa, diamante o rubí duro,
................. brillo de un sol que entre mis manos deslumbra,
................. cráter que me convoca con su música íntima,
................. con esa indescifrable llamada de tus dientes.
................. ................. ................. ................. Vicente Aleixandre

Grupo poético del 27 - Otras producciones del 27

Además de la poesía, los miembros de la generación del 27 cultivaron géneros en prosa como el ensayo literario (El defensor, de Pedro Salinas) y la prosa poética (Ocnos, de Luis Cernuda).
En el género dramático destacan Alberti (El hombre deshabitado, Noche de guerra en el Museo del Prado) y Lorca, director de la compañía La Barraca y figuera decisiva en la renovación teatral del primer tercio del siglo XX.
Lorca fue el creador de una nueva concepción dramática caracterizada por conjugar el teatro y la poesía.
Lorca se inició en el teatro modernista con El maleficio de la mariposa (1919) y Mariana Pineda (1923); escribió también farsas -pieza de teatro breve, de carácter cómico y con crítica de costumbres-, entre las que destacan La zapatera prodigiosa (1929) y Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín (1929), y obras influidas por el surrealismo, como El público (1933). Pero, quizá, lo más representativo de su producción sean los dramas.
Dramas lorquianos
* Características. Los temas centrales de estos dramas son la frustación, el amor y la muerte. Se trata de obras de intenso lirismo, expresado a través de canciones y personajes simbólicos, en las que el autor mezcla verso y prosa.
* Principales dramas. Las piezas más destacadas son las que componen el denominado "ciclo trágico":
- Bodas de sangre (1932). En este drama, el anhelo amoroso se enfrenta a las normas sociales. La Novia huye con Leonardo, un antiguo amor, el día de la boda. El Novio los persigue hasta que finalmente se produce el enfrentamiento y la muerte de los dos hombres.
- Yerma (1934). El tema de este drama lorquiano es la frustración de una mujer por su esterilidad. Yerma, la protagonista, ansía ser madre, pero su marido no quiere tener hijos. Cuando ella lo descubre, lo mata, rebelándose así contra su destino.
- La casa de Bernarda Alba (1936). En este drama se plantea el tema del honor familiar y de la imposible superación de las barreras sociales. La implacable Bernarda Alba impone a sus hijas ocho años de luto y reclusión tras la muerte de su marido. Su hija menor, Adela, se rebela contra esta situación, pues desea vivir su pasión amorosa por Pepe, el Romano, prometido de su hermana Angstias. Al ser descubierta, y cryendo muerto a su amante, la joven se suicida.

BODAS DE SANGRE - Federico García Lorca

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YERMA - Federico García Lorca 
(Escena - Actores Juan Diego - Aitana Sánchez)
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Federico García Lorca - Biografía

Fundación Federico García Lorca

FGL - SU GRAN PASIÓN: EL TEATRO

Arte por encima de todo
El teatro es una escuela de llanto y de risa y una tribuna libre donde los hombres pueden poner en evidencia morales viejas o equívocas y explicar con ejemplos vivos normas eternas del corazón y del sentimiento del hombre. Un pueblo que no ayuda y no fomenta su teatro, si no está muerto, está moribundo; como el teatro que no recoge el latido social, el latido, histórico, el drama de sus gentes y el color genuino de su paisaje y de su espíritu, con risa o con lágrimas, no tiene derecho a llamarse teatro, sino sala de juego o sitio para hacer esa horrible cosa que se llama "matar el tiempo". No me refiero a nadie ni quiero herir a nadie; no hablo de la realidad viva, sino del problema planteado sin solución […]. El teatro se debe imponer al público y no el público al teatro. Para eso, autores y actores deben revestirse, a costa de sangre, de gran autoridad, porque el público de teatro es como los niños en las escuelas: adora al maestro grave y austero que exige y hace justicia, y llena de crueles agujas las sillas donde se sientan los maestros tímidos y adulones, que ni enseñan ni dejan enseñar […]. Arte por encima de todo. Arte nobilísimo. Y vosotros, queridos actores, artistas por encima de todo. Artistas de pies a cabeza, puesto que por amor y vocación habéis subido al mundo fingido y doloroso de las tablas. Artistas por ocupación y preocupación. Desde el teatro más modesto al más encumbrado se debe escribir la palabra "Arte" en salas y camerinos, porque si no vamos a tener que poner la palabra "Comercio" o alguna otra que no me atrevo a decir. Y jerarquía, disciplina y sacrificio y amor.
Federico García Lorca (1935)

Y LA MÚSICA

Federico García Lorca, Huerta de San Vicente, Granada, 1935
MI PIANO
En un rincón oscuro está mi piano durmiéndose. Un gran manto rojo lo cubre… Muchas veces con el silencio sus cuerdas viejas vibran suaves y se mueve todo él muy lánguidamente… Huele a viejo y sus teclas son de amarillo por el tiempo. ¿Qué quieres mi adorado piano, en que tocó la abuela? ¿Por qué vibras en la noche sin que te hable nadie? ¿Acaso tienes un alma en pena escondida en tus secretos…? Viejo piano mío, ¡tú eres mi amigo y mi expresión! Cuando pulso tus teclas sueño y soy feliz. ¡Quién te arrancara tu supremo acorde! Si tú me pudieras abrazar, yo olvidaría lo que sabes. Yo te amo sobre todas las cosas. Déjame que te bese y te haga cantar… Tú conoces como nadie mi corazón. Los ojos que me mataron también te hirieron a ti. Desde entonces siempre cantas triste, porque mis manos te hieren con amargura, y mis pies, apretando con fuerza en tu corazón, hacen que te desangres de sonidos y desfallezcas de pasión.
Viejo piano mío, tú eres mi alma; sin ti yo no viviría porque te amo tanto como la que se esfumó en la distancia… Piano mío, tú me consuelas, me haces descansar de las agujas del deseo, y cuando mis dedos te besan soy puro y todo perfume de pasión…

Federico García Lorca - Llanto por Ignacio Sánchez Mejías

A mi querida amiga
Encarnación López Júlvez.
                                                         1. La cogida y la muerte

                                                         A las cinco de la tarde.
                                                         Eran las cinco en punto de la tarde.
                                                         Un niño trajo la blanca sábana
                                                         a las cinco de la tarde.
                                                         Una espuerta de cal ya prevenida
                                                         a las cinco de la tarde.
                                                         Lo demás era muerte y solo muerte
                                                         a las cinco de la tarde.
                                                         El viento se llevó los algodones
                                                         a las cinco de la tarde.
                                                         Y el óxido sembró cristal y níquel
                                                         a las cinco de la tarde.
                                                         Ya luchan la paloma y el leopardo
                                                         a las cinco de la tarde.
                                                         Y un muslo con un asta desolada
                                                         a las cinco de la tarde.
                                                         Comenzaron los sones del bordón
                                                         a las cinco de la tarde.
                                                         Las campanas de arsénico y el humo
                                                         a las cinco de la tarde.
                                                         En las esquinas grupos de silencio
                                                         a las cinco de la tarde.
                                                         ¡Y el toro solo corazón arriba!
                                                         a las cinco de la tarde.
                                                         Cuando el sudor de nieve fue llegando
                                                         a las cinco de la tarde,
                                                         cuando la plaza se cubrió de yodo
                                                         a las cinco de la tarde,
                                                         la muerte puso huevos en la herida
                                                         a las cinco de la tarde.
                                                         A las cinco de la tarde.
                                                         A las cinco en punto de la tarde.
                                                         Un ataúd con ruedas es la cama
                                                         a las cinco de la tarde.
                                                         Huesos y flautas suenan en su oído
                                                         a las cinco de la tarde.
                                                         El toro ya mugía por su frente
                                                         a las cinco de la tarde.
                                                         El cuarto se irisaba de agonía
                                                         a las cinco de la tarde.
                                                         A lo lejos ya viene la gangrena
                                                         a las cinco de la tarde.
                                                         Trompa de lirio por las verdes ingles
                                                         a las cinco de la tarde.
                                                         Las heridas quemaban como soles
                                                         a las cinco de la tarde,
                                                         y el gentío rompía las ventanas
                                                         a las cinco de la tarde.
                                                         A las cinco de la tarde.
                                                         ¡Ay qué terribles cinco de la tarde!
                                                         ¡Eran las cinco en todos los relojes!
                                                         ¡Eran las cinco en sombra de la tarde!
Federico García Lorca, 1935

ROMANCE SONÁMBULO

ROMANCE SONÁMBULO
A Gloria Giner y a Fernando de los Ríos
                                                          Verde que te quiero verde.
                                                          Verde viento. Verde ramas.
                                                          El barco sobre la mar
                                                          y el caballo en la montaña.
                                                          Con la sombra en la cintura
                                                          ella sueña en su baranda,
                                                          verde carne, pelo verde,
                                                          con ojos de fría plata.
                                                          Verde que te quiero verde.
                                                          Bajo la luna gitana,
                                                          las cosas la están mirando
                                                          y ella no puede mirarlas.

                                                          Verde que te quiero verde.
                                                          Grandes estrellas de escarcha
                                                          vienen con el pez de sombra
                                                          que abre el camino del alba.
                                                          La higuera frota su viento
                                                          con la lija de sus ramas,
                                                          y el monte, gato garduño,
                                                          eriza sus pitas agrias.
                                                          Pero ¿quién vendrá? ¿y por donde?
                                                          Ella sigue en su baranda,
                                                          verde carne, pelo verde,
                                                          soñando en la mar amarga.

                                                          -Compadre, quiero cambiar
                                                          mi caballo por su casa.
                                                          mi montura por su espejo,
                                                          mi cuchillo por su manta.
                                                          Compadre, vengo sangrando,
                                                          desde los puertos de Cabra.
                                                          -Si yo pudiera, mocito,
                                                          ese trato se cerraba.
                                                          Pero yo ya no soy yo,
                                                          ni mi casa es ya mi casa.
                                                          -Compadre, quiero morir
                                                          decentemente en mi cama.
                                                          De acero, si puede ser,
                                                          con las sábanas de holanda.
                                                          ¿No ves la herida que tengo
                                                          desde el pecho a la garganta?
                                                          -Trescientas rosas morenas
                                                          lleva tu pechera blanca.
                                                          Tu sangre rezuma y huele
                                                          alrededor de tu faja.
                                                          Pero yo ya no soy yo,
                                                          ni mi casa es ya mi casa.

                                                          -Dejadme subir al menos
                                                          hacia las altas barandas.
                                                          ¡dejadme subir!, dejadme,
                                                          hasta las verdes barandas.
                                                          Barandales de la luna
                                                          por donde retumba el agua

                                                          Ya suben los dos compadres
                                                          Hacia las altas barandas.
                                                          Dejando un rastro de sangre.
                                                          Dejando un rastro de lágrimas.
                                                          Temblaban en los tejados
                                                          farolillos de hojalata.
                                                          Mil panderos de cristal
                                                          herían la madrugada.

                                                          Verde que te quiero verde,
                                                          verde viento, verdes ramas.
                                                          Los dos compadres subieron.
                                                          El largo viento dejaba
                                                          en la boca un raro gusto
                                                          de hiel, de menta y de albahaca.
                                                          ¡Compadre! ¿Dónde está, dime,
                                                          dónde está tu niña amarga?
                                                          ¡Cuántas veces te esperó!
                                                          ¡Cuántas veces te esperara
                                                          cara fresca, negro pelo,
                                                          en esta verde baranda!

                                                          Sobre el rostro del aljibe
                                                          se mecía la gitana
                                                          verde carne, pelo verde,
                                                          con ojos de fría plata.
                                                          Un carámbano de luna
                                                          la sostiene sobre el agua.
                                                          La noche se puso íntima
                                                          como una pequeña plaza.
                                                          Guardias civiles borrachos
                                                          en la puerta golpeaban.
                                                          Verde que te quiero verde.
                                                          Verde viento. Verdes ramas.
                                                          El barco sobre la mar.
                                                          y el caballo en la montaña.

Federico García Lorca, Romancero gitano, 1928