Tras el desastre provocado por la Primera Guerra Mundial (1914-1918), los jóvenes europeos defendieron un mundo nuevo y una expresión artística opuesta a la tradición. En España, el afán de modernización y la voluntad de rebeldía se concentraron en el novecentismo y la vanguardia.
El novecentismo congregó a un grupo de autores con una sólida formación intelectual que vieron en lo europeo un modelo que se debía imitar.
Aunque los novecentistas mantuvieron la preocupación por España, dejaron de lado la dolorida queja de los autores finiseculares para examinar con rigor y frialdad los problemas del país y buscar una solución eficaz.
La crítica ha agrupado bajo el nombre de novecentistas a un grupo de ensayistas (José Ortega y Gasset, Eugenio D'Ors y Gregorio Marañón) y de novelistas (Ramón Pérez de Ayala y Gabriel Miró) que surgen hacia 1914 o 1915. Otros críticos los consideran cercanos a los modernistas, de quienes se diferenciarían por la cuidadosa depuración con que moderan su expresión literaria, pero con los que se identifican en sus preocupaciones vitales, sociales y estéticas.
Esta diferenciación de los novecentistas frente al modernismo y a la generación del 98 se basaría en las siguientes razones:
* Desde el punto de vista social, estos creadores abandonan el espíritu bohemio de los modernistas y adoptan una actitud minoritaria e intelectual, pero mantienen la preocupación por el problema de la regeneración española.
* Desde el punto de vista literario y estético, los novecentistas se decantan por el arte puro, libre de sentimentalismos. Toman la literatura como ejercicio intelectual, como arte minoritario basado en la preocupación constante por el lenguaje (aunque en su creación mezclen estos caracteres con otros heredados del modernismo: imágenes simbolistas, como en la novela Tigre Juan (1926) de Ramón Pérez de Ayala, o la acumulación de sensaciones e idealización del paisaje en Nuestro Padre San Daniel (1921) de Gabriel Miró.
Los vanguardismos o "arte de vanguardia" fueron movimientos artísticos que mantuvieron una actitud combativa contra las formas establecidas.
Ortega y Gasset expone así, en 1925, la extensión del fenómeno:
"El arte nuevo es un hecho universal. Desde hace veinte años, los jóvenes más alertas de dos generaciones sucesivas -en París, en Berlín, en Londres, en Nueva York, Roma, Madrid- se han encontrado sorprendidos por el hecho ineluctable de que el arte tradicional no les interesaba; más aún, les repugnaba. Con estos jóvenes cabe hacer una de estas dos cosas: o fusilarlos o esforzarse en comprenderlos. Yo he optado resueltamente por esta segunda opción."
José ORTEGA Y GASSET, La deshumanización del arte. Revista de Occidente/Alianza, Madrid, 1981
Estos movimientos surgen como respuesta al cansancio del academicismo y realismo decimonónicos, repiten, exagerándolo, el espíritu renovador del modernismo, y llegan a la experimentación y a los juegos literarios con sonidos y palabras. Los nexos comunes a todos ellos son:
- El sentido vivaz y jubiloso de la creación.
- Un afán por la innovación continua.
- Un desdén por los componentes sentimentales.
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