El verbo latino stupeo, stupere significaba ‘estar (o quedar) inmovilizado, paralizado, entorpecido o congelado’. Stupuerunt flumina bruma decía el poeta épico Valerius Flaccus para significar ‘los ríos se congelaron con el frío’.
Los autores clásicos latinos hicieron metáforas en las que el ‘entorpecimiento’ denotado por el verbo se convertía en admiración o encanto. Stupere in titulis decía Horacio, con el sentido de ‘quedarse deslumbrado con los títulos’. Ut terrae stupeant lucescere, escribió Virgilio con la denotación de ‘cómo la tierra se admira de ver lucir’.
Los autores clásicos latinos hicieron metáforas en las que el ‘entorpecimiento’ denotado por el verbo se convertía en admiración o encanto. Stupere in titulis decía Horacio, con el sentido de ‘quedarse deslumbrado con los títulos’. Ut terrae stupeant lucescere, escribió Virgilio con la denotación de ‘cómo la tierra se admira de ver lucir’.
Fue así que la denotación de ‘atontamiento’ de stupeo dejó su lugar al matiz de admiración y elogio que damos hoy a estupendo. El significado original se mantuvo, por cierto, en estúpido, procedente de latín stupidus, también oriundo del verbo stupeo.
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