Tradicionalmente, se denominaban antónimas dos palabras de significado contrario: masculino-femenino; caliente-frío; vender-comprar. Pero la relación no es idéntica.
* Lo contrario de masculino es femenino, en el sentido de que si digo que un nombre no es masculino, tendrá que ser por fuerza femenino; y a la inversa. Estos dos términos son complementarios, porque la negación supone la afirmación del otro.
* En cambio, lo contrario de caliente no es necesariamente frío; si digo que el café no está caliente, no hay que entender forzosamente que esté frío: puede estar tibio o templado. Dos términos son antónimos propiamente dichos, cuando entre ellos se extiende una gradación: caliente-frío; grande-pequeño; odiar-amar.
* Lo contrario de vender es no vender (y no comprar). Dos términos son recíprocos cuando uno implica al otro; yo no puedo vender si alguien no realiza la acción de comprar.
Existen dos tipos de antónimos:
a) gramaticales: formados con la ayuda de prefijos, sobre todo en sentido negativo: in-, des-, dis-, no, también mediante oposiciones léxicas: barbudo-imberbe; tónico-átono; existencia-no existencia-inexistencia; conformista-incorfomista; hacer-deshacer; culpar-inculpar-disculpar.
b) lexicales: en este caso la antonimia absoluta se produce en las palabras monosémicas si se oponen a otras monosémicas: dormirse-despertarse; siempre-nunca; juventud-vejez. Si, por el contrario, una de las dos palabras o las dos son polisémicas, la antonimia sólo puede ser parcial, porque uno solo de los significados de las palabras polisémicas puede ser puesto en paralelo con el de la otra palabra. Por ejemplo, libertino, en una de sus acepciones se opone a casto, en otra a religioso o creyente; libre puede oponerse a prisionero, esclavo, ocupado, molesto, etc.
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