20 mayo 2012

Gabriel García Márquez (1927 - )

Nació en Aracataca (Colombia). Este pequeño pueblo costero le sirvió de fuente para sus narraciones, junto con los fantásticos relatos que oyó de sus abuelos, que fueron quienes le educaron.
Tras estudiar Derecho en Bogotá, se dedicó al periodismo y trabajó como corresponsal en Europa y América. Sus relatos periodísticos le inspiraron obras literarias como Relato de un náufrago y Noticia de un secuestro. En 1982 recibió el Premio Nobel de Literatura.
Tras sufrir una grave enfermedad, en el año 2002 publicó el primer volumen de sus memorias, que presentan el significativo título de Vivir para contarla.
García Márquez es uno de los grandes narradores de nuestro tiempo. Su producción incluye cuentos y novelas, muchas de las cuales se centran en un universo imaginado -Macondo- habitado por personajes que reaparecen en diferentes relatos conformando una especie de saga.

Obras de García Márquez
  • Anteriores a 1967
    La hojarasca (1955
    Relato de un náufrago (1955)
    El coronel no tiene quien le escriba (1958)
    Los funerales de Mamá Grande (1962)
    La mala hora (1962)
  • Desde 1967
    Cien años de soledad (1967)
    La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada (1972)
    El otoño del patriarca (1975)
    Crónica de una muerte anunciada (1981)
    El amor en los tiempos del cólera (1985)
    El general en su laberinto (1989)
    Doce cuentos peregrinos (1992)
    Del amor y otros demonios (1994)
    Noticia de un secuestro (1996)
    Memoria de mis putas tristes (2004)
Su obra cumbre, Cien años de soledad (1967), desarrolla los temas más destacados de la narrativa del autor: el amor, la soledad, el paso del tiempo..., a la vez que refleja la evolución política y social de Hispanoamérica. La obra narra la vida de siete generaciones de los Buendía, una familia obsesionada por el temor de tener un descendiente con cola de cerdo. Su historia está unida a la del pueblo de Macondo, desde su fundación casi mítica por José Arcadio Buendía y su esposa Úrsula, pasando por la colonización española y la invasión económica estadounidense, hasta la decadencia: la familia y el pueblo desaparecen al cumplirse la maldición.
En esta novela se combinan lo individual con lo social, lo personal con lo histórico, el relato con la reflexión. La unidad se consigue gracias a los personajes, al espacio único (Macondo) y a la organización de los hechos en relación con las sucesivas generaciones. La mezcla de hechos reales y fantásticos acerca este relato de Gabriel García Márquez al realismo mágico.
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La peste del insomnio
Una noche, por la época en que Rebeca se curó del vicio de comer tierra y fue llevada a dormir en el cuarto de los otros niños, la india que dormía con ellos despertó par casualidad y oyó un extraño ruido intermitente en el rincón. Se incorporó alarmada, creyendo que había entrada un animal en el cuarto, y entonces vio a Rebeca en el mecedor, chupándose el dedo y con los ojos alumbrados como los de un gato en la oscuridad. Pasmada de terror, atribulada por la fatalidad de su destino, Visitación reconoció en esos ojos los síntomas de la enfermedad cuya amenaza los había obligada, a ella y a su hermano, a desterrarse para siempre de un reino milenario en el cual eran príncipes. Era la peste del insomnio.
Cataure, el indio, no amaneció en la casa. Su hermana se quedó, porque su corazón fatalista le indicaba que la dolencia letal había de perseguiría de todos modos hasta el último rincón de la tierra. Nadie entendió la alarma de Visitación. «Si no volvemos a dormir, mejor -decía José Arcadio Buendía, de buen humor-. Así nos rendirá más la vida.» Pero la india les explicó que lo más temible de la enfermedad del insomnio no era la imposibilidad de dormir, pues el cuerpo no sentía cansancio alguno, sino su inexorable evolución hacia una manifestación más crítica: el olvido. Quería decir que cuando el enfermo se acostumbraba a su estado de vigilia, empezaban a borrarse de su memoria los recuerdos de la infancia, luego el nombre y la noción de las cosas, y por último la identidad de las personas y aun la conciencia del propio ser, hasta hundirse en una especie de idiotez sin pasado.
Gabriel García Márquez, Cien años de soledad.

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