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27 mayo 2013

Pedro Salinas

Nació en Madrid, en 1891. Fue lector de español en la Sorbona (1914-1917) y en Cambridge (1922-1923)  y catedrático de Lengua y Literatura en las Universidades de Sevilla, Murcia y Madrid. Director de los cursos para extranjeros del Centro de Estudios Históricos, exilado al final de la guerra, explicó Filología y Literatura españolas en Estados Unidos, muriendo en Boston en 1951.
Su mundo poético gravita entre dos polos: la emoción y la inteligencia. Se van acumulando en sus versos las sensaciones vagas, la desnudez, la simplicidad. Dentro de la poesía de la época, Salinas representa el tema amoroso. En su obra, cada vez más depurada de elementos accesorios (anécdota, metáforas brillantes, etc.), extrae de las cosas que le rodean sus esencias más poderosas. Vemos así una temática afectiva (amor: ternura, confidencia) puesta al servicio de las más variadas aventuras cerebrales.
Partiendo de la poesía de Juan Ramón Jiménez, el lenguaje de Salinas va adquiriendo en cada libro una mayor limpidez. Desde la estilización de la amada que aparece en su etapa primera, hasta su obra más reciente en que se abre paso una visión desolada del mundo, su poesía se mueve siempre, sin embargo, dentro de un tono leve, cordial, de extraordinaria delicadeza.
Escribió también obras teatrales y narraciones en prosa, siendo igualmente autor de importantes estudios de crítica literaria.
En su obra se distingen tres etapas:
  •  Primera etapa, de influencia vanguardista y gongorina, integrada por Seguro azar (1929) y Fábula y signo (1931).
  •  Segunda etapa, la de su gran producción amorosa: La voz a ti debida (1933), Razón de amor (1936) y Largo lamento (1939).
  • Tercera etapa, en el exilio, con reflexiones sobre la existencia humana: El contemplado (1946), Todo más claro (1949) y su obra póstuma Confianza (1955).
OBRA EN VERSO:
- Presagios (Madrid, 1923)
- Seguro azar (Madrid, 1929)
- Fábula y signo (Madrid, 1931)
- Amor en vilo (Madrid, 1933)
- La voz  ti debida (Madrid, 1933)
- Razón de amor (Madrid, 1936)
- Error de cálculo (Méjico, 1938)
- El contemplado (Méjico, 1946)
- Todo más claro y otros poemas (Buenos Aires, 1949)
- Confianza (Madrid, 1954)
- Poesías completas (Madrid, 1955)

Pedro Salinas - Poema dadaísta


La niña llama a su padre:
 "Tatá, dadá".
La niña llama a su madre:
 "Tatá, dadá".
Al ver las sopas
la niña dijo:
"Tatá, dadá".
Igual al ir en el tren,
cuando vio la verde montaña
y el fino mar.
"Todo lo confunde" dijo
su madre. Y era verdad.
Porque cuando yo la oía
decir: "Tatá, dadá",
veía la bola del mundo
rodar, rodar,
el mundo todo una bola
y en ella papá, mamá,
el mar, las montañas, todo
hecho una bola confusa;
el mundo "Tatá, dadá".
                             Pedro Salinas. Presagios (1924)

Pedro Salinas - Para vivir no quiero...

Para vivir no quiero
islas, palacios, torres.
¡Qué alegría más alta:
vivir en los pronombres!

Quítate ya los trajes,
las señas, los retratos;
yo no te quiero así,
disfrazada de otra,
hija siempre de algo.
Te quiero pura, libre,
irreductible: tú.
Sé que cuando te llame
entre todas las gentes
del mundo,
sólo tú serás tú.

Y cuando me preguntes
quién es el que te llama,
el que te quiere suya,
enterraré los nombres,
los rótulos, la historia.
Iré rompiendo todo
lo que encima me echaron
desde antes de nacer.

Y vuelto ya al anónimo
eterno del desnudo,
de la piedra, del mundo,
te diré:
«Yo te quiero, soy yo».
 ............................................. La voz a ti debida (1933)

Pedro Salinas - Ayer te besé...

Ayer te besé en los labios.
Te besé en los labios. Densos,
rojos. Fue un beso tan corto
que duró más que un relámpago,
que un milagro, más.
.............................. El tiempo
después de dártelo
no lo quise para nada
ya, para nada
lo había querido antes.
Se empezó, se acabó en él.

Hoy estoy besando un beso;
estoy solo con mis labios.
Los pongo
no en tu boca, no, ya no
 —¿adónde se me ha escapado?—.
Los pongo
en el beso que te di
ayer, en las bocas juntas
del beso que se besaron.
Y dura este beso más
que el silencio, que la luz.
Porque ya no es una carne
ni una boca lo que beso,
que se escapa, que me huye.
No.
Te estoy besando más lejos.
                                      La voz a ti debida (1933)

Pedro Salinas - ¡Qué alegría, vivir...!

¡ Qué alegría, vivir
sintiéndose vivido!
 Rendirse
a la gran certidumbre, oscuramente,
de que otro ser, fuera de mí, muy lejos,
me está viviendo.
Que cuando los espejos, los espías
-azogues, almas cortas-, aseguran
que estoy aquí, yo, inmóvil,
con los ojos cerrados y los labios,
negándome al amor
de la luz, de la flor y de los nombres,
la verdad trasvisible es que camino
sin mis pasos, con otros,
allá lejos, y allí
estoy besando flores, luces, hablo.
Que hay otro ser por el que miro el mundo
porque me está queriendo con sus ojos.
Que hay otra voz con la que digo cosas
no sospechadas por mi gran silencio;
y es que también me quiere con su voz.
La vida —¡qué transporte ya!—, ignorancia
de lo que son mis actos, que ella hace,
en que ella vive, doble, suya y mía.
Y cuando ella me hable
de un cielo oscuro, de un paisaje blanco,
recordaré
estrellas que no vi, que ella miraba,
y nieve que nevaba allá en su cielo.
Con la extraña delicia de acordarse
de haber tocado lo que no toqué
sino con esas manos que no alcanzo
a coger con las mías, tan distantes.
Y todo enajenado podrá el cuerpo
descansar quieto, muerto ya. Morirse
en la alta confianza
de que este vivir mío no era sólo
mi vivir: era el nuestro. Y que me vive
otro ser por detrás de la no muerte.
                                         La voz a ti debida (1933)